LOS ALMACENES O PULPERÍAS RURALES

 

Estas expresiones del tráfico mercantil del litoral argentino florecían en todas las poblaciones los pequeños almacenes denominados también pulperías.

Llamó siempre la atención de los viajeros su elevado porcentaje con relación a la población. Encargadas ellas de las reventas de la yerba y el tabaco paraguayo, del poncho catamarqueño o de las telas y aperos que venían de Buenos Aires, absorbían toda la producción rural llegando a ser el medio más seguro de vida en los poblados, después de la explotación ganadera.

La pulpería, decía un viajero, es una combinación de taberna y almacén adonde acude la gente de campo. La parte posterior de la casa daba sobre el camino y tenía un cuadrado abierto en la pared, protegido por barras de madera, a través del cual el propietario despachaba a sus clientes. 

Estos quedaban protegidos por un cobertizo. El enrejado de madera cerrábase por medio de una contraventana durante toda la noche. Tal es el aspecto que ofrecen por lo general las pulperías en todo el término de las pampas.




En 1787 el cura párroco del Rincón de San Pedro comunicó al Gobernador Intendente que en las pulperías se cometían muchos desórdenes y que a su entender había que suprimirlas.

El Cabildo informó entonces al Gobernador acerca de estos hechos, manifestando que sería un perjuicio inmenso suprimir las pulperías, donde se vestían, comían y bebían los pobladores de la campaña. 

Las pulperías trataron siempre, dentro de la economía imperial hispánica, de acaparar los artículos de primera necesidad, obligando al Cabildo a iniciar una verdadera lucha contra esa forma de acaparamiento. 

El 17 de enero de 1775 los regidores reconocieron que todas las mercaderías que llegaban por las vías del Riachuelo y del Río de las Conchas caían en manos de los pulperos, los cuales luego las vendían ganando enormemente sobre ellas.

A fin de que el pueblo pudiese comprar la leña, el carbón y otros géneros de abasto a un precio razonable, el Cabildo se dirigió al Gobernador pidiéndole que por medio de un bando ordenase que la leña y el carbón se pusiesen en venta en la plaza mayor durante 4 horas, y que al cabo de ellas pudiesen comprarlas los pulperos.


Eduardo B. Astesano: HISTORIA DE LA INDEPENDENCIA ECONÓMICA


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